Chava Flores, maestro del humor fino y la crónica cotidiana

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Se cumplen cien largos años del nacimiento en el barrio de La Merced de Salvador Flores Rivera. De manera que si en el ánimo de la concientización social 2019 fue constituido como el Año de Zapata… pues que 2020 sea el Año de Chava Flores… y que nos lo pongan en los billetes de 10 mil.

“¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano? A hacerte rico en loterías con un millón. Mejor trabaja, ya levántate temprano. Con sueños de opio sólo pierdes el camión”. Un personaje, hoy de culto, porque traía verdad. Su pensante obra va más allá de lo musical.

Como una esponja, captó más profundamente que cualquier gran sociólogo hasta la última gota de la esencia del mexicano urbano. Ni Max Weber, Gramsci y Karl Marx juntos. Mejor está el velorio de Cleto: “Cuando vivía el infeliz, ya que se muera / y hoy que ya está en el veliz… qué bueno era”.

Notable el dominio de la palabra que lograba para un doble sentido, para el arte del albur (“El chico temido de la vecindad”), para la denuncia social (“El hijo del granadero”) o para un poema (“Mi México de ayer”). Y en el manejo de la crónica urbana… “voy en el Metro, qué grandote rapidote qué limpiote / qué diferencia del camión de mi compadre Filemón que va al panteón”.

El enorme humor… fino o blanco o negro o rojo, como manifestación de la mayor inteligencia, fue su vehículo más constante. Sensible, siempre con una sonrisa o con lágrimas al borde del abismo, pudo escribir versos que caen en los poco poblados terrenos de la belleza.

Desde ahí podía transitar a otras sutilezas, como los albures de “La tienda” donde vendían “longaniza de aquella que train los inditos de juera”… o “pero un buen día me perdí / y hasta mi tienda vendí /sólo salvé del traspaso la parte trasera”. Más finura, imposible.

Vivió a flor de piel Vendió calcetines, tuvo ferretería, salchichonería, camión para repartir carnes, imprenta para hacer un cancionero… y se hizo contador. Adentrarse durante horas a los archivos personales de Chava Flores (fallecido en 1987), gracias a la generosidad aprendida y genética bonhomía de la más cercana de sus hijas, María Eugenia, permite vibrar la realidad de un personaje que vivió… a flor de piel.

Ahí los manuscritos de las canciones, de poemas, de pensamientos… la carta de despedida, en tinta verde, del por siempre terrible día en que se fue de la casa. Y el estudio original de fotos (la fotografía era su gran afición) que le hizo a su compadre José Alfredo Jiménez el día que se casó con Paloma.

Los recuerdos con Serrat, que lo mandó traer a su concierto del 81 en el Teatro de la Ciudad para sentarlo en un palco nomás para decirle cara a cara que no había un autor mexicano al que admirara más. Ah, y las sutiles postales navideñas que enviaba a sus hijitas con un verso a cada una… desde la cárcel, desde el Palacio Negro de Lecumberri, donde estuvo recluido 18 meses entre 1953 y 1955. “Al que madruga, Dios lo ayuda.

Y este cuate me madrugó bien bonito”, escribió en referencia a un agiotista al que ingenuamente había hecho su compadre (le había apadrinado a María Eugenia, por cierto) lo fue endeudando dizque para ayudarle a salvar una camisería en la calle de Madero. Finalmente, lo estafó y lo metió a la cárcel acusándolo de no haberle cubierto unos pagarés. Le ofrecieron a Chava Flores sacarlo de inmediato bajo fianza, mas tenía que declararse culpable. Pero no lo era… y no aceptó. Entre rabias, injusticias, impotencias y barrotes… lo que no abrevó ahí.

Canciones entrañables Hay que darse un tiempo para escuchar entre sonrisas “El guardavía de la vía”, una denuncia vigente al sistema de (in)justicia y a la impunidad como origen de lo que hoy vivimos.

De sus canciones más entrañables hay poco que agregar: “Peso sobre peso”, “Sábado Distrito Federal”, “La tertulia” (que le consagró Pedro Infante junto con “Mi chorro de voz”), “Dos horas de balazos” (fue la primera con la debutó en 1952), “Mi linda Hortensia”, “La interesada”, “El gato viudo”. Hasta acá un esbozo de Chava Flores, el niño que midió el dinero en bolillos y la vida… con sonrisas.. Y le explicó a cada uno en su pueblo, acaso, quién es.

Cancionero

El Cancionero de Chava Flores, editado por el Museo de Culturas Populares, contiene 189 piezas.

Intérpretes Además de Pedro Infante, cantaron sus canciones Luis Aguilar, Manuel Loco Valdés, Víctor Iturbe El Pirulí, Pedro Vargas, Oscar Chávez y otros.

Ejemplo Un hombre de verdad, le escribió en un poema a su hijo, “sabe guardar grandes afectos / y los cuida tenaz: por ellos muere”.

Con información de Milenio.