Limita Boris Johnson libertades por Covid-9; arrestos y multas a “desobedientes” si no cumplen confinamiento

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En 72 horas, la confianza -y el ego británico- se desvaneció como niebla ante la inminente escalada de casos de Covid-19 en el país: en 72 horas, el primer ministro, Boris Johnson, cambió su discurso de recomendar un confinamiento voluntario a los ciudadanos a “emergencia nacional” con intervención policial. Sin rodeos ni adornos, Boris, en un mensaje breve éste 23 de marzo, ordenó a la población “quedarse en casa”.

Pero Boris no solamente lanzó un “quedarse en casa”, también siguió con una represiva sentencia que los españoles experimentan actualmente: “Si no sigues las reglas, la policía tendrá los poderes para hacerlas cumplir, incluso a través de multas y retenciones”. ¿Qué pasó con ese primer ministro que minimizaba la pandemia hace una semana para llegar al punto de la represión?

“A partir de esta noche debo dar al pueblo británico una instrucción muy simple: ‘usted debe quedarse en casa’. Porque lo que debemos hacer es detener la propagación de la enfermedad entre los hogares. Es por eso que a las personas sólo se les permitirá salir de su hogar para los siguientes propósitos muy limitados”…

“Comprando necesidades básicas, con la mayor frecuencia posible, una forma de ejercicio al día, por ejemplo, una carrera, un paseo o bicicleta, solo o con miembros de su hogar. O cualquier necesidad médica, para proporcionar atención o para ayudar a una persona vulnerable. Y viajar hacia y desde el trabajo, pero sólo cuando esto es absolutamente necesario y no se puede hacer desde casa. Eso es todo, estas son las únicas razones por las que debe salir de su casa”.

El pasado viernes 20 de marzo, en el esperado mensaje a la nación, después de abordar, en días pasados, la pandemia y la paralización de Europa sin el rigor ni seriedad sugerida por la Organización Mundial de Salud (OMS), Boris Johnson anunció medidas extraordinarias en apoyo a los empresarios y trabajadores para que, paulatinamente, accedieran a un confinamiento voluntario: subvenciones, exención de impuestos y una inyección exorbitante de recursos para cubrir el 80 por ciento del salario de aquellos que no rebasaran las 2 mil 500 libras al mes.

La prensa y la ciudadanía aplaudió al primer ministro, quien, muy a su estilo, irreverente y sin códigos establecidos, pedía prudencia, distanciamiento social y reclusión no obligatoria para combatir el virus y cuidar a los grupos más vulnerables. La mayoría de los británicos siguieron con sus vidas: las peluquerías seguían a tope, los restaurantes daban servicio para llevar, el transporte público no cesaba. El virus parecía una anécdota lejana, un enemigo débil. Italia y España se veían como dos ejemplos de mala gestión política ante la adversidad. Reino Unido no es Europa, no es Italia ni España, ni China, ni Irán, ni Estados Unidos.

“Si tus amigos te piden que te reúnas, deberías decir no… No deben ir de compras, excepto para circunstancias esenciales como la comida y la medicina. Y usted debe hacer esto tan poco como sea posible. Y use los servicios de entrega de alimentos cuando pueda. Si no sigues las reglas, la policía tendrá los poderes para hacerlas cumplir, incluso a través de multas y retenciones”, sentenciaba Boris, tras 72 horas de recomendaciones amables y ventilar un millonario rescate a la economía.

El mensaje de Boris Johnson fue corto, directo, al estilo británico: “Para garantizar el cumplimiento de las instrucciones del gobierno de permanecer en casa inmediatamente: cerrar todas las tiendas que venden productos no esenciales, incluyendo tiendas de ropa y electrónica y otras instalaciones, incluyendo bibliotecas, parques infantiles y gimnasios al aire libre, y lugares de culto; detendremos todas las reuniones de más de dos personas en público, excluyendo a las personas con las que vives; y detendremos todos los eventos sociales, incluyendo bodas, bautizos y otras ceremonias, pero excluyendo funerales. Los parques permanecerán abiertos para el ejercicio, pero las reuniones se dispersarán”.

Reino Unido ya es Europa nuevamente, al menos en estrategia contra el Covid-19: “Ningún primer ministro quiere promulgar medidas como esta. Sé el daño que esta interrupción está haciendo y hará a la vida de las personas, a sus negocios y a sus trabajos. Y es por eso que hemos producido un enorme y sin precedentes programa de apoyo tanto para los trabajadores como para las empresas”, lapidó Boris en su mensaje, completamente solo, sin asesores a su lado, sentado, sin el músculo imaginario de líder que le hizo ganar unas elecciones entre la controversia de un Brexit.

6 mil 726 personas infectadas y 335 muertos por Covid-19 han obligado al primer ministro Boris Johnson a ordenar a los ciudadanos de Gran Bretaña e Irlanda del Norte confinamiento por tres semanas. ¿Pero qué lo obligó a reprimir, a cortar libertades con multas, a usar la fuerza como medida contra una pandemia que, en su momento, no fue tomada en serio?

“VENCEREMOS AL CORONAVIRUS Y LO VENCEREMOS JUNTOS. Y POR LO TANTO, LES INSTO EN ESTE MOMENTO DE EMERGENCIA NACIONAL, A QUEDARSE EN CASA, PROTEGER NUESTRO NHS (SISTEMA DE SALUD) Y SALVAR VIDAS”.

Una cosa es la inacción, minimizar y la represión. El virus en Europa no sólo enferma y mata, por ahora, también quita libertades.

Con información de Deshuesadero.

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