Gracias a los humanos ya hay basura en la luna

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El arribo al espacio está ligado con los nombres de los primeros seres vivos que lo hicieron: la perrita Laika, los rusos Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova o el estadunidense Neil Armstrong; así como de Sputnik o Apolo, las naves que los transportaron y contribuyeron a los avances que hoy facilitan tareas diarias; pero también están relacionados con los crecientes desechos que orbitan la Tierra.

Satélites, capas superficiales de las naves, fragmentos y dispositivos perdidos o abandonados en el espacio, congestionan las vías orbitales sobre la Tierra, y hacen urgente la adopción de medidas para su contención y mitigación, alerta la Agencia Europea Espacial (ESA, por sus siglas en inglés).

Como desecho orbital se considera cualquier objeto hecho por la mano humana que orbita el planeta, y que ni ahora ni en el futuro previsible tendrá algún fin útil, coinciden la Agencia para la Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés), y Richard Crowther, de la Agencia Espacial del Reino Unido.

En diciembre de 2018 el Programa de Restos Orbitales de la Nasa estimaba en 19,173,338 la cantidad de objetos que vagan por el espacio, y en abril del año pasado el jefe del grupo de científicos dedicado al monitoreo en esa misma agencia espacial, Jer Chui Liou, calculaba en 7,600 toneladas el peso de ese material.

El sitio stuffin.space, desarrollado en 2017 por James Yoster, entonces estudiante de ingeniería eléctrica, muestra en tiempo real y con imágenes en tercera dimensión la cantidad de objetos orbitando el espacio terrestre.

Satélites útiles son identificados con puntos rojos, la basura con tono gris y en azul los restos de naves y cohetes espaciales. Todos cubren la esfera planetaria en las imágenes del sitio que cada día suma los nuevos objetos ubicados con WebGl, y apoyo de Space-Track.org, organización que promueve la seguridad de los vuelos espaciales, la protección del entorno y su uso pacífico.

La gravedad y urgencia de atención surge porque apenas un seis por ciento de los objetos artificiales que orbitan el planeta son satélites operacionales, según los registros del Centro de Operaciones Espaciales Europeo (ESOC).

La Agencia Espacial Mexicana (AEM), reconoce a su vez que “la carrera espacial ha traído grandes beneficios tecnológicos para la humanidad como la miniaturización de los aparatos electrónicos, mejoras en la telecomunicación y, observación del clima del planeta, entre muchos otros; pero también nos ha traído el gran problema de basura orbitando nuestro planeta.”

“El problema no es pequeño y amenaza con crecer rápidamente en los próximos años si no se toman fuertes medidas para su contención y mitigación”, advierte el ESOC.

Datos de la Oficina del Programa de la NASA de restos orbitales estimaba en 19,173,338 los objetos en la órbita terrestre hacia el final de 2019, y aunque se ha desacelerado el crecimiento, representaron un incremento frente a los 18,335,000 de un año antes. En 2014 y 2015 fueron 16 millones y para 2016 se contabilizaron 17,876,000 fragmentos.

Este programa, del Centro Espacial Johnson, es reconocido por su iniciativa para abordar los problemas de los desechos orbitales. Con apoyo de radares, telescopios ópticos terrestres, sensores y análisis de superficies de naves espaciales devueltas, propone medidas para mitigar y proteger a los usuarios del entorno orbital y controlar el crecimiento.

Apenas el 11 de julio, la agencia de noticias Europa Press recordó el 40 aniversario de la caída del laboratorio Skylab, la primera estación espacial estadunidense con 75 toneladas de peso puesta en órbita con un cohete Saturno V del programa Apolo en 1973, donde permaneció hasta 1979.

Desde su lanzamiento sufrió daños como la pérdida de uno de sus paneles solares y parte del escudo contra meteoritos, que a largo plazo afectaron su desempeño.

El 3 de noviembre de 1957 la perra Laika se convirtió en el primer ser vivo en viajar al espacio. Nueve vueltas al planeta, y sólo unas horas de los ocho a diez días estimados. Murió por exceso de calor y deshidratación, y la nave Sputnik que la transportó se desintegró en la atmósfera el 14 de abril de 1958 sobre las islas Antillas.

Cuando Yuri Gagarin viajó en 1961 al espacio a bordo del Vostok, desde el cosmódromo ruso de Baikonur, el vuelo a 327 kilómetros de altura implicó la separación de tres etapas de la nave, del cono de nariz y del bloque central para poder realizar un recorrido total de 40,868 kilómetros en una hora 48 minutos; además de cables quemados y cápsula liberada en el descenso.

El 16 de junio de 1963 la rusa Valentina Tereshkova a bordo de la nave Vostok 6 se convirtió en la primera mujer cosmonauta en la historia de la humanidad, la cual durante 70 horas de vuelo orbitó 48 veces a la tierra

Hace más de 20 años que la presencia humana en el espacio es permanente, en la Estación Espacial Internacional donde viven y trabajan especialistas, donde desarrollan experimentos que facilitan las comunicaciones o los pronósticos climatológicos, por ejemplo. Una permanencia que requiere el abasto continuo de los residentes del módulo.

Cada vuelo o lanzamiento espacial implica el desecho de objetos. Un recuento de Europa Press señalaba a Rusia, Estados Unidos y China como los mayores contaminantes, seguidos por Japón e India; pero también a otros países como Francia por sus envíos de aparatos espaciales.

Solo en la Luna, de acuerdo con una lista de Space.com a mayo de 2012, se habían depositado unos 18,000 kilogramos de objetos “basura”: desde partes de las naves y vehículos utilizados en las exploraciones, a sismógrafos, banderas, reflectores, controles remotos, cubiertas, y hasta medallas o una rama de olivo fabricada en oro.

Con información de Forbes.