Cuando los niños dejan de ser niños… los peligros de la erotización infantil

Tendrá seis o siete años. Lleva un short corto de mezclilla y una camiseta roja por encima del ombligo. Alguien le ha echado colorete y brillo labial. Baila como una chica mayor, se menea, la elogian, la aplauden, se mueve aún más. En el fondo se escucha un reguetón tan llamativo como polémico. Otros niños a su alrededor la imitan. Varios adultos, divertidos, le dicen que “baje hasta el suelo”, que baile con el amiguito, que disfrute. Ríen, nadie ve nada malo en la escena. La graban con un celular. El video da vueltas y vueltas en Facebook. Aparentemente no ha pasado nada grave: nada más lejos de la realidad.

No es el único video de este tipo que desanda las redes sociales. En una fiesta de cumpleaños o en una celebración de la escuela, a veces hasta con uniforme, son varias las escenas de niñas y niños -también de Cuba- que bailan como adultos.

Mientras tanto, las sesiones fotográficas de los miniquince, a los cinco años, los prequince, a los diez, y los mismos quince, donde niñas y adolescentes posan maquilladas, vestidas como supermodelos y, a veces, con posturas claramente eróticas, ganan popularidad en la Isla. El reguetón conquista terreno como banda sonora ineludible de los cumpleaños infantiles. El vestuario de las más pequeñas insiste en parecerse cada vez más al de “las muchachas grandes” y se naturalizan, una y otra vez, supuestas relaciones de parejas entre niños que aún no acaban la primaria.

Todos estos comportamientos, que suelen simplificarse como ocurrencias de los pequeños o imitaciones sin consecuencias, en realidad esconden tras sí un fenómeno con no pocos riesgos. Varios expertos lo consideran una forma de maltrato hacia los niños y lo nombran sexualización o erotización infantil.

Según la especialista en Medicina General Integral y Bioestadística, Silvia María Pozo Abreu, el asunto tiene que ver con “la propensión de adelantar los comportamientos y actitudes sexuales a edades tempranas”. Explica que muchos pequeños no solo están en constante contacto con imágenes hipersexualizadas, sino que se les vende la idea de que tienen que verse sexys a toda costa. Los padres, inconscientemente, suelen tener parte de la responsabilidad.

Vivimos en un mundo donde los concursos de belleza infantil están a la orden del día; donde cada vez son más las niñas modelos que comienzan su carrera a veces antes de los diez años. La industria de la moda y los cosméticos, la publicidad, las revistas, los video clips e incluso, algunos juguetes y programas infantiles como las Barbies o las Bratz, construyen un imaginario social absolutamente erotizado. Y los niños, además, suelen utilizar dispositivos móviles y navegar en las redes frecuentemente, sin supervisión.

Como resultado, pequeños de ambos sexos son expuestos a mensajes, comportamientos y costumbres con altas cargas de erotismo que no están preparados para entender. Pero, en medio de una cultura machista que coloca a la mujer como objeto de deseo y fuente de perfección, ellas, una vez más, suelen salir mucho más afectadas. En Cuba, Internet, tecnologías de la comunicación y globalización mediante, no estamos al margen.

En palabras de la periodista y experta en temas de género Isabel Moya, el cuerpo de las niñas está siempre sexualizado. Las personas nacen con una sexualidad que se va manifestando de diversas formas a lo largo de la vida. El problema ocurre “cuando se produce una erotización a destiempo en relación con la edad de las niñas; esta erotización temprana es un acto de violencia porque se vulnera el decursar natural de la construcción de la sexualidad”.

Vestir a las niñas como adultas en miniatura o incitarlas a reproducir actividades de edades más avanzadas son apenas un par de ejemplos de un fenómeno que, a la larga, puede provocar una ruptura entre la personalidad de las pequeñas y estos nuevos comportamientos que se esperan de su edad. En ese contexto, explica Moya, son más vulnerables al acoso sexual, problemas de autoestima y otros riesgos.

El conflicto se da en una sociedad, patriarcal y machista por herencia, donde la construcción de lo femenino está ya bastante estereotipada. Si de por si se privilegia a la mujer blanca, bonita y de buen cuerpo como ideal de belleza, y las muchachas sufren por ello; cuando la exigencia de estos patrones se traslada hacia la infancia, las consecuencias pueden ser aún peores.

Las niñas y adolescentes, desde muy pequeñas, lidian con una imagen sexualizada y poco flexible de lo que deben ser las mujeres y también ellas. “Al no sentirse cómodas con las atribuciones que se les imponen, viven un ruido en la conformación de su propia identidad”, confirma Moya.

No por gusto, la profesora y psicóloga Patricia Arés Muzio, profesora Titular de la Universidad de La Habana, menciona entre las causas de lo que ella llama “adultización” de las niñas y niños la educación sexista que estos reciben, la cultura del machismo que observan y viven a diario y el reforzamiento de estos y otros estereotipos.

Los riesgos de la erotización infantil son diversos, más sutiles o marcados, pero todos igual de complejos. Tener que lidiar constantemente con patrones de belleza impuestos y comportamientos adelantados, hace que varias niñas vivan intentando alcanzarlos y sufran. Pueden presentar, desde muy temprano, problemas de autoestima, depresión, trastornos de alimentación como anorexia y bulimia y disminución de la autonomía personal.

A la larga, alertan varios psicólogos, este fenómeno puede derivar en mujeres que evalúan sus capacidades a partir de aspectos físicos, el cuerpo y su erotización y que subordinan a ello cualquier proyecto de vida. Como consecuencia, algunas cambian frecuentemente de pareja, no aspiran a una realización profesional compleja o caen, con más facilidad, en los ciclos de violencia de género.

En el Informe Bailey, resultado de un estudio encargado en el 2011 por el entonces primer ministro británico David Cameron ante la preocupación de muchos padres por la sexualización creciente de los mensajes destinados a sus hijos, los expertos concluyeron que urgía dejar a los niños crecer a su ritmo y no violentarlos con exposiciones de sexualidad nocivas para su desarrollo.

Un par de años antes, en el 2007, la Asociación Americana de Psicología ya había identificado como posibles consecuencias sociales de este fenómeno un posible incremento del sexismo, la posibilidad de que pocas mujeres sigan carreras asociadas a la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, un aumento en las tasas de acoso y violencia sexual y una demanda cada vez más creciente de pornografía infantil.

Desde que Ainoa nació me fijo mucho más en todo esto. Quizás porque ya empiezo a avizorar en aquellos que me preguntan por qué la bebé no usa más cintas o se pone más vestidos, los años que me esperan.

Es cada vez más frecuente ver en las redes supuestas imágenes graciosas de niñas muy pequeñas llevando tacones, con labios rojos, ropa provocadora y enormes bolsos de mujer. He visto más de una vez coreografías de estudiantes de primaria imitando a las más eróticas estrellas del pop. A los varones les preguntamos desde que están en el círculo infantil cuántas novias tienen y les decimos que no deben llorar. Parece algo natural que los niños vean telenovelas, películas y series que no están preparados para entender.

Por el contario, muy pocas veces se conversa con ellos de una forma amena y adecuada a su edad sobre la sexualidad y todas sus facetas. En resumen, son lanzados a un mundo de adultos sin ninguna herramienta para sobrevivir en él. Y no lo necesitan. Las alarmas ya están sonando.

Tanto en la familia y la escuela, como desde los medios de comunicación, es imprescindible una información sexual adecuada para los más pequeños. Según Isabel Moya, las niñas, y también los niños, necesitan con urgencia modelos positivos que los ayuden a enfrentar los estereotipos de género y a desarrollar su propia autoestima en función de sus aptitudes y logros, no de su apariencia física.

Cuidar la infancia, huir de modas sexistas y dejar que cada cosa ocurra a su debido tiempo, es, sin dudas, una urgencia de estos tiempos.

Artículo publicado en Cubadebate.

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